AP2, Mario González
jueves, 20 de diciembre de 2012
domingo, 25 de noviembre de 2012
martes, 13 de noviembre de 2012
Oriente-Occidente
Debido a la situación del siguiente ejercicio, en la ciudad japonesa de Osaka, he rescatado un trabajo que realicé hace algún tiempo sobre Tokio, y que puede ser perfectamente aplicable a Osaka. Este es un fragmento que me parecía interesante:
"La compleja forma urbana de Tokio
encuentra explicación en maneras de pensar, de ver y de vivir ajenas a la
lógica occidental. A pesar de su imagen cosmopolita, Tokio es, ante todo,
Japón.
Numerosas son las cuestiones que
separan el pensamiento japonés del occidental. La primera alude al relativismo
del primero, heredero del budismo, frente al dualismo del segundo, heredero del
cartesianismo. La ciudad tradicional europea, con su radical diferenciación
entre urbe y campo, espacio público y espacio privado, demuestra cómo la
percepción dualista del mundo opera sobre ella. El budismo, en cambio, rechaza
las polaridades. Sus casas tendían a fundirse con el exterior y las estancias
interiores a ser indefinidas y ambiguas. Lo mismo ocurría en las ciudades: no
estaban delimitadas por murallas, si no que se fusionaban con el campo en
contornos inestables.
El
occidental, basándose en la belleza clásica, siempre ha buscado una estructura
y una jerarquización, vías rectilíneas que enlazan monumentos y plazas que
enfatizan articulaciones urbanas. En Tokio, sin embargo, las grandes arterias
no engarzan hitos, ya que la claridad de conexión no es una prioridad; las
plazas nunca fueron un elemento urbano propio, ya que las funciones
occidentales asociadas a ellas se desarrollaban en las calles. Sin calles
corredor, sin grandes avenidas, sin plazas representativas, Tokio carece de
belleza para un occidental
La segunda diferencia entre el
pensamiento occidental y el japonés alude a la obsesión del primero por el todo
y la incidencia del segundo en la parte. Las ciudades europeas son un único
cosmos, mientras que en las japonesas cada parte es un cosmos en sí mismo. El
espacio urbano de Edo se fue generando por la adición de partes, de barrios que
estaban totalmente definidos y que posteriormente se conectaban con las zonas
adyacentes. Es decir, las partes fueron pensadas cuidadosamente pero sin
preocuparse por el todo resultante.
La tercera diferencia radica en
el carácter permanente de la ciudad occidental frente a la esencia evanescente
de la ciudad japonesa. La cristiana consagración de lo eterno se tradujo en la
arquitectura en una apuesta por la permanencia, por lo tectónico y masivo. Los
edificios pasados se convierten en objetos de culto que se deben respetar y
mantener. El budismo, en cambio, nunca apostó por lo permanente, convencido de
que la vida no es más que una sucesión de existencias temporales donde todo es
transitorio. Esta forma de entender el mundo trascendió a la arquitectura. En
Japón, la decadencia de un edificio era observada como algo normal. También los
templos participaban de este convencimiento, por lo que nunca fueron
proyectados como monumentos a perdurar, si no que se encontraban a las afueras
de las ciudades e iban desplazándose hacia el exterior a medida que ésta
crecía.
El pensamiento relativo frente al
pensamiento dual, la parte frente al todo, lo evanescente frente a lo
permanente… Tokio es el resultado de una manera de ver el mundo distinta a la
occidental."
miércoles, 24 de octubre de 2012
martes, 23 de octubre de 2012
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